COMUNISTAS Y CARDENALES: Al rescate de una verdad "conveniente".

La Santa Alianza de la duda: Comunistas y Cardenales al rescate de la verdad (¿o de sus versiones?)

Dicen que los milagros existen, y quizás este sea uno de ellos: un ministro de justicia comunista, ateo confeso, extiende la mano a la Iglesia Católica chilena para una noble misión de reconciliación histórica. Jaime Gajardo, cual San Francisco de Asís redivivo, ha decidido convocar al cardenal Fernando Chomali y al sacerdote Tomás Scherz para iluminar, con la luz del perdón y el diálogo, los oscuros pasillos de la memoria histórica chilena. El propósito: que 140 supuestos "perpetradores", ancianos de Punta Peuco con un promedio de 78 años, confiesen lo que nunca han dicho por que no saben o ya no se acuerdan, sobre los desaparecidos durante el Gobierno Militar.

La Iglesia y el Partido Comunista: ¿Un acto de buena fe?

¿Será este un acto de buena fe o un casting para la próxima temporada de "La Santa Cruzada de la Reputación"? Porque, si de reputaciones se trata, tanto el Partido Comunista como la Iglesia Católica podrían beneficiarse de una profunda sesión de confesión conjunta. Según cifras oficiales del también desprestigiado, controvertido y descalificado Instituto Nacional de Derechos Humanos (CONTROVERTIDA ACTUACIÓN DEL INDH), Chile aún tiene 1.469 detenidos desaparecidos cuyo paradero se desconoce. 

¿Tiene la Iglesia Católica claridad sobre cuántos inocentes se encuentran hoy en Punta Peuco o cuántos exuniformados son perseguidos mediante ficciones jurídicas y relatos falsos? El papel político de la Vicaría de la Solidaridad queda claramente expuesto, al igual que las actuales intenciones del Cardenal Chomali, cuando las investigaciones y denuncias se centran exclusivamente en los casos de detenidos desaparecidos, dejando en el olvido deliberado historias como la de Guillermo Farías o la del Coronel (R) Julio Castañer. Este evidente sesgo no solo cuestiona la imparcialidad de la Iglesia, sino que además otorga una sombra de legitimidad a movimientos revolucionarios responsables de sembrar el terror, la violencia y la muerte entre miles de chilenos inocentes.

Lamentablemente, no es la primera vez, en la hisoria del mundo y de Chile, que la Iglesia Católica, en lugar de cuidar, defender y apoyar a sus propios seguidores, prefiere mirar y buscar "hacia otro lado", sacrificando principios fundamentales por conveniencia política. Este comportamiento, lejos de consolidar su rol como guía moral y espiritual, la convierte en un actor político que prioriza intereses circunstanciales sobre su deber de justicia y verdad. En este contexto, la indiferencia hacia las víctimas invisibles, como Guillermo Farías, y el abandono de quienes han sido perseguidos injustamente bajo relatos fabricados como lo del Coronel (R) Julio Castañer, no solo traiciona su misión pastoral, sino que perpetúa una narrativa parcial y polarizadora que absuelve a los victimarios ideológicos mientras condena unilateralmente a otros actores de la historia.

Es inaceptable que, en un período de tanta división y desencuentros, la Iglesia no adopte una postura verdaderamente imparcial que ponga a todas las víctimas, sin importar su origen, en el mismo nivel de dignidad y justicia. Si la Iglesia Católica no se atreve a enfrentar estas verdades incómodas y sigue alineándose con intereses políticos, corre el riesgo de continuar perdiendo, aún más, su debilitada autoridad moral y su capacidad de reconciliar a una nación profundamente herida.

Farías, víctima de un atentado con una bomba de ácido el 3 de julio de 1986, relata cómo sufrió graves quemaduras junto a otros seis pasajeros mientras viajaba en una micro del recorrido San Cristóbal-La Granja. Según su testimonio publicado en el sitio de la ONG CREN (GUILLERMO FARÍAS QUEMADO POR UNA BOMBA DE ÁCIDO), las lesiones lo dejaron con el rostro desfigurado y múltiples secuelas físicas y emocionales. Sin embargo, su tragedia no tuvo la misma atención que otros casos. Farías señala que fue ignorado por los organismos de derechos humanos y que, incluso, la Vicaría de la Solidaridad le sugirió que acusara a agentes de la CNI como responsables del ataque, a pesar de no tener pruebas. Su negativa a mentir lo convirtió en un "invisible", condenado al olvido.

¿De qué justicia estamos hablando?

En un artículo reciente titulado Corrupción y el deber ciudadano (ver enlace), planteé que las prioridades del Cardenal Fernando Chomali parecen inclinarse más hacia intereses políticos que hacia un sentido genuino de justicia. Hoy, frente a esta nueva iniciativa, surgen preguntas aún más complejas: ¿Está el Cardenal poniendo a todos los muertos en el mismo nivel de comparación? ¿O solo confirma lo que temo: que no está siendo imparcial?

Es difícil hablar de justicia cuando exuniformados son condenados mediante la retroactividad de la ley, un principio que debería estar prohibido en cualquier sistema jurídico que respete el estado de derecho. Mientras tanto, a los detenidos no se les garantizan ni siquiera los derechos humanos que se reclaman para otros.

Además, ¿qué sucede con los cientos de uniformados asesinados a sangre fría mientras cumplían su deber? ¿Sus vidas son de segunda o tercera categoría? Según datos históricos, muchos de ellos fueron ejecutados en actos terroristas o emboscadas organizadas por grupos armados como el Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Estas muertes, ignoradas por las narrativas dominantes, dejan un vacío de justicia que no puede ser obviado si buscamos una reconciliación auténtica.

La manipulación de la verdad: el Caso Quemados y más.

El caso de Farías no es único. En el Caso Quemados, un exconscripto confesó haber mentido bajo presión, lo que resultó en un montaje mediático para incriminar a militares. Según Radio Bío Bío, (FALSOS TESTIMONIOS PARA ACUSAR AL CORONEL CASTAÑER), este falso testimonio fue clave para condenar al Coronel (R) Julio Castañer, quien nunca comandó la patrulla involucrada en los hechos. Este caso expone cómo las ficciones jurídicas y la manipulación mediática han distorsionado la justicia en Chile.

Otros relatos falsos han sido reconocidos incluso por figuras de la izquierda. En Uruguay, José Mujica y Lucía Topolansky admitieron que numerosos testimonios sobre crímenes de la dictadura fueron fabricados (FALSOS TESTIMONIOS, UNA ESTRATEGIA COMUNISTA). Otro tema que demuestra la falta a la verdad y el abuso de relatos falsos, es cuando en Chile, la Senadora con más experiencia, Isabel Allende, reconoció "haberse equivocado" en la venta de la casa del expresidente Salvador Allende (UNA TRUCHA VENTA QUE NO PROSPERÓ).

Comunismo y su legado de muerte.

La historia nos enseña que las mentiras y manipulaciones son herramientas recurrentes del comunismo, un sistema que ha dejado millones de muertos en Europa, Cuba, Nicaragua, Venezuela y otros lugares. ¿Cómo ignorar los horrores de regímenes comunistas como los de Stalin, donde millones perecieron en gulags, o los recientes crímenes del chavismo en Venezuela?

En este último caso, un reciente informe revela que Diosdado Cabello habría colaborado con el Tren de Aragua, una de las organizaciones criminales más violentas de América Latina, para asesinar al exmilitar Ronald Ojeda, según el fiscal chileno Claudio Suárez (LOS GORILAS DE MADURO). Este caso evidencia cómo las redes de corrupción y violencia de regímenes comunistas trascienden fronteras y perpetúan el sufrimiento.

Reflexión final:

La Iglesia Católica tiene una oportunidad única para ser un actor relevante en la reconciliación nacional. Sin embargo, esto requiere imparcialidad y valentía para enfrentar verdades incómodas. No basta con buscar confesiones de un solo lado de la historia; es necesario que todas las víctimas, sin importar su origen, reciban el mismo trato y respeto. Porque, al final, santos solo hay en los altares, y en este país parece que los pecadores sobran.

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