EE.UU.: ¿VILLANO IMPERIAL O GUARDIAN DEL CAOS?
EE.UU.: ¿Demonio imperial o Leviatán protector?
Del cometa ATLAS a UNITAS 2025: cuando la roca viene del cielo, la ideología se acaba.
Durante décadas, Estados Unidos ha sido el villano favorito del mundo: un imperio militarista, intervencionista, acusado de aplastar a quien se cruce en su camino. Pero un vistazo frío a la historia revela grietas en esa caricatura. A diferencia de los imperios clásicos, EE.UU. no amasó colonias, sino territorios integrados como Luisiana o Hawái. Tras la Segunda Guerra Mundial, no hubo anexiones, sino el Plan Marshall y la reconstrucción de enemigos como Alemania y Japón. Sí, Vietnam, Afganistán e Irak dejaron cicatrices imborrables, y América Latina aún resiente las dictaduras que Washington respaldó. Pero, frente al caos global, surge una verdad incómoda: sin un Leviatán con poder real, el mundo se hundiría en la anarquía.
El Leviatán y la paradoja del poder.
Pensemos en Hobbes. Su Leviatán, temido pero necesario, evita que todos se destrocen entre sí. EE.UU. juega ese papel: con bases en los cinco continentes, flotas que surcan los mares y alianzas que sostienen un frágil equilibrio multipolar. China, Rusia o Europa no pueden reemplazarlo solos. Criticar al Leviatán es fácil; imaginar el vacío que dejaría su ausencia, no tanto.
El espejo del cielo: 3I/ATLAS.
Ahora, llevemos esto más lejos. Imaginemos un cometa interestelar, como 3I/ATLAS, descubierto el 1 de julio de 2025 por el sistema automático ATLAS (Asteroid Terrestrial-impact Last Alert System), una red de telescopios en Chile, Hawái y Sudáfrica. Su brillo errático y su origen en el espacio profundo nos recuerdan que la Tierra es una mota frágil en el cosmos.
Si un objeto así amenazara con extinguirnos, ¿quién actuaría? De 193 países, solo un puñado —EE.UU., Rusia, quizás China— tiene los medios para intentarlo. El resto solo miraría al cielo, impotente. ¿Sigue siendo un “imperio” cuando es el único capaz de salvarnos?
DART: la primera vez que movimos una roca.
No es teoría. En 2022, la NASA chocó la nave DART contra el asteroide Dimorphos, desviando su órbita en 32 minutos. Fue la primera vez que la humanidad movió un cuerpo celeste. Ese logro no fue de “la humanidad” en abstracto: fue de una nación con cohetes, satélites y una red de vigilancia global. Adivinen cuál.
En la Tierra, la misma lección.
Mientras escribo, 25 países entrenan con EE.UU. en UNITAS 2025, el ejercicio naval más antiguo del mundo. Desde Sudamérica hasta Europa, nadie protege solo las rutas marítimas o enfrenta el crimen transnacional. Todos necesitan la sombra del Leviatán. Y la pandemia de COVID-19 lo confirmó: un virus invisible paralizó al planeta, desbordó fronteras y forzó a las naciones a coordinarse bajo líderes con recursos reales.
“Quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija”. La geografía, ese viejo titán, sigue dictando las reglas: no todos los árboles dan sombra, pero sin uno, el sol quema.
Determinismo geográfico (versión siglo XXI).
Muchos dieron por muerto el determinismo geográfico; sin embargo, los mapas siguen imponiendo límites, rutas y proximidades. No resulta lógico pensar que América Latina se cobijará bajo China o Rusia: la distancia y los océanos pesan. La geografía señala las sombras disponibles: habrá quien se cubra bajo Estados Unidos, otros bajo Rusia o bajo China. Como en el campo, la elección del árbol determina la calidad de la sombra.
En el Caribe, la sombra del Leviatán se proyecta con fuerza. Mientras 25 países entrenan con EE.UU. en UNITAS 2025, Washington apunta su cañón contra el régimen de Nicolás Maduro, acusado de liderar un “narco-estado”. Una recompensa de 50 millones de dólares por su captura y un ataque naval que mató a 11 venezolanos en 2025 muestran su poder, pero también su ambigüedad: ¿es justicia contra el crimen o una excusa para un cambio de régimen? Maduro, con milicias y discursos, resiste, pero no puede igualar la flota estadounidense. Una vez más, la geografía dicta las reglas: sin el Leviatán, el narcotráfico podría reinar sin freno, pero su cura a veces duele más que la enfermedad.
Flotamos en una esfera azul, vulnerables a cometas, virus y caos geopolítico. Cuando las amenazas no respetan pasaportes, lo único que cuenta es el poder efectivo para proteger.
Pregunta final.
Si un día miramos al cielo y vemos una roca venir, ¿bajo qué sombra nos refugiaremos?
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