"EL MERCURIO", ¿HACE LA DIFERENCIA?


Reconozco que soy un lector diario de "El Mercurio". Lo considero uno de los medios de comunicación más serios, pero no siempre el más imparcial. No me agradan sus páginas sociales donde se hace ostentación de la opulencia, riqueza y poder de un mínimo sector de la sociedad. Menos aún cuando una gran mayoría de chilenos están viviendo situaciones económicas muy complejas. Comprendo, entiendo y acepto que no todos somos iguales. Es más, me parece muy bien y necesario, pero otra cosa es lucrar y financiar un diario, haciendo exhibionismo de esa diferencia.

Tampoco me agradan los millonarios avisos de reconocidas marcas de relojes, autos o moda. Y menos aún soporto, que el Director de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, secuestre todos los cuerpos de lectura de ese diario para exponer su libertario, académico e izquierdizante pensamiento político, social, económico, cuántico o interplanetario tema del cual se le ocurra hablar. Lo hace muy bien, no lo niego, pero es agotador y me parece poco creíble que es nuestro país no exista otro intelectual, académico o líder de opinión que nos pueda entregar sus conocimientos, sin necesariamente creerse o sentirse experto en todo. Que pena por la Universidad Diego Portales. ¿En qué puesto está? De seguir así, esa universidad terminará raptada por una tiránica minoría de extrema izquierda, tal como le sucede hoy a la Universidad de Chile.

Entoces podría ser ¿Tomás Mosciatti? No, por favor no. Es un periodista tremendamente bien informado, pero destructor de cualquier posición, si en ello, beneficia al medio de comunicación del cual es dueño. Mucha polémica, catastróficas advertencias y buen navegante, pero jamás embarcará para hacer un abordaje.

Sobre lo mismo, y retomando mis críticas, espero que constructivas, a El Mercurio, no puedo -una vez más- dejar de resaltar la falta de profundidad en un título de portada que sesgadamente y de forma incompleta se aborda en el cuerpo  C del mismo diario, donde, en una de sus partes, el Fiscal Nacional Ángel Valencia, plantea la idea de que "la profesión de fiscal comienza a ser más peligrosa". Al respecto, de parte de los tres periodistas responsables del artículo, intuyo -por qué nada hay al respecto- que ninguno le preguntó al Fiscal Nacional si esa expresión también era válida para los integrantes de la Policía de Investicaciones, de Gendarmaría, de Carabinero y de las Fuerzas Armadas. Al respecto, supongo que el Fiscal Nacional sabe que cientos de los integrantes de las instituciones nombradas han sido asesinados y otros tantos han sido amenazados junto a sus familias. Ni hablar de cómo tratan a los hijos de aquellos en algunos establecimientos de estudios.

A partir del comentario del Fiscal Nacional en que solo defiende a "los suyos", olvidándose que por algo lleva el apellido de "Nacional", podría entonces entender por qué hoy una mayoría de jueces, fiscales y abogados se dedican a perseguir octogenario exuniformados, para acusarlo con dudosas pruebas y también, sin pruebas. Una práctica que deja muy buenos dividendos profesionales y materiales, pero que nunca jamás, generará una amenaza a sus vidas o sus familiares. Nunca jamás, por que aquellos acusados y perseguidos, no son asesinos y ni siquiera, aunque sean inocentes, le darán problemas a un Gendarme, es más, solo harán el bien a sus custodios y a quienes los acompañan en injustas condenas.

Como sociedad, también nos gustaría saber al respecto, cuántos Fiscales, verdadera y comprobadamente han sido amenazados o sus familias. No vaya a ser de que alguien decrete a esa profesión como la más peligrosa del país, sin haber razones para ello y existiendo otras mucho más riesgosas, como aquellas, en que solo por vestir o haber vestido uniforme ya lo hace sospechoso y meritorio para una acusación por violación de Derechos Humanos.

En resumen, un reportaje noticioso o de  investigación de un medio de comunicación escrito debiera ser un artículo que explore un tema en profundidad, utilizando métodos de investigación para recopilar datos y entrevistas y no, antojadisamente, se limite a una vision sesgada y unilateral o simplemente a lo que el periodista quiere resaltar, le exige su editor o le impone, por presión política, el respectivo sindicato.

El valor noticioso debiera ser la capacidad para informar al público sobre eventos importantes, problemas sociales o descubrimientos relevantes. Además, debiera proporcionar análisis, contexto y perspectivas diversas sobre un tema, lo que ayuda a la sociedad a comprender mejor los acontecimientos y a tomar decisiones informadas. Cuando hablo de análisis, me refiero a tener la capacidad y "la valentía" para prever, prospectivamente, las posibles consecuencias futuras de las decisiones que toma un gobierno con respecto a lo económico, lo social y todo lo que se refiera a seguridad, soberanía o relaciones internacionales, solo por nombrar algunos ámbitos de interés ciudadano. De lo contrario, los medios de comunicación se transforman en una especie de relatores futbolísticos, de esos que nos cuentan lo que todos estamos viendo. ¡Y les pagan por ello!
En resumen, estos reportajes debieran contribuir al debate público, promoviendo la transparencia y la rendición de cuentas, catalizando cambios positivos en la sociedad. De no ocurrir lo anterior, sólo será más de lo mismo, que se puede leer en cualquier otro medio de Comunicación o hasta en las Redes Sociales, de lo contrario, nada hará la diferencia y dará lo mismo leer El Mercurio, La Cuarta o Las Últimas Noticias. 

Ahora, si la diferencia está solo en Carlos Peña, del cual he llegado a leerlo en 5 temas distintos o similares en una misma edición de "El Mercurio", o tal vez, esa diferencia también pueda estar en las páginas sociales y la propaganda de marcas caras. Si es así, entonces no hay nada más que decir. ¡Gana la Banca!


Por último, y para no solo hacer críticas, sugiero a "El Mercurio" hacer una investigación o reportaje a fondo, sobre CODELCO y su desastre económico  o los dictámenes de Jueces prevaricadores, aquellos que, en el ejercicio de su función judicial, dictan resoluciones a sabiendas de que es injusta, es decir, contraria a la ley o a la evidencia del caso. Este comportamiento implica una falta grave de ética y de imparcialidad por parte del juez, ya que actúa de manera deliberada y consciente en contra de lo que establece el ordenamiento jurídico.











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