TRUMP TENÍA RAZÓN: HASTA ZELENSKI LO RECONOCE.


Zelenski cambia el discurso: confirmación de lo que se publicó en este blog.

Las recientes declaraciones de Zelenski, en las que expresa su disposición a "arreglar las cosas" con Trump y trabajar con él para alcanzar la paz, confirman lo que ya se había expuesto en este blog. Durante años, los análisis internacionales y los medios de comunicación demonizaron a Trump, asegurando no solo que era un enemigo de Ucrania, sino que también había humillado a Zelenski en su primer mandato.


Sin embargo, los mismos que promovieron esa narrativa ahora ven cómo el presidente ucraniano cambia de tono. Trump no solo logró "meter en la fila" a Zelenski, sino también a Europa y a la propia OTAN, y lo hizo sin amenazas de guerra ni bombas. Su estrategia, basada en presión política, negociación y pragmatismo, ha demostrado ser más efectiva que el discurso belicista de quienes insistían en prolongar el conflicto a cualquier costo.

Desde el inicio, la postura de Trump fue clara: evitar que EE.UU. se convierta en el financista eterno de una guerra sin final aparente y buscar soluciones realistas. Sus 47 medidas programáticas apuntaban precisamente a una política exterior que resolviera conflictos en lugar de prolongarlos. Mientras tanto, la OTAN y la Unión Europea quedaron atrapadas en su propia debilidad estratégica, sin respuestas claras y con un liderazgo errático.

Ahora que Zelenski reconoce que es momento de buscar una solución política, queda en evidencia que la narrativa impuesta contra Trump no solo era errónea, sino que impedía ver lo obvio: el verdadero problema no era la supuesta falta de compromiso de EE.UU., sino la falta de estrategia en Europa y la negativa a aceptar que, tarde o temprano, habría que negociar.

Al final, quienes acusaban a Trump de ser el enemigo de Ucrania y el destructor de la OTAN ahora se ven obligados a aceptar que su enfoque tenía más lógica que todas las cumbres europeas juntas. Sin disparar un solo misil, logró lo que muchos creían imposible: que Zelenski, Europa y la OTAN entraran en razón. No con amenazas, sino con realidad. Porque, como ya es costumbre, los autoproclamados "defensores de la paz y la democracia" tardan en entender que no todo se resuelve con discursos y sanciones… a veces, solo hace falta un negociador sin complejos.


Europa ante Trump: ¿Guerra Fría o Aprendizaje Estratégico?

La reciente columna "Cómo Europa puede doblegar a Trump", publicada en Le Grand Continent, deja en evidencia un problema que parece crónico en la política europea: la costumbre de culpar a Estados Unidos por sus propios fracasos en lugar de asumir responsabilidades. ¿En serio creen que la solución pasa por "resistir" a Trump como si fuera una amenaza existencial?

Europa ha vivido cómodamente bajo el paraguas de seguridad estadounidense desde la Segunda Guerra Mundial. Mientras EE.UU. se encargaba de mantener a raya a la URSS y luego a Rusia, Europa destinaba sus recursos a construir estados de bienestar, políticas verdes y debates filosóficos sobre la moral internacional. Todo muy bonito… hasta que alguien en Washington dijo: "Señores, la fiesta se acabó. O aportan o se buscan otro anfitrión".

Ahí fue cuando empezó el llanto y crujir de dientes. Que si Trump es un problema para Europa, que si su política es agresiva, que si está desmantelando la cooperación transatlántica… Lo que nadie dice es que lo único que hizo fue poner sobre la mesa una realidad incómoda: Estados Unidos no tiene por qué seguir manteniendo a socios que no están dispuestos a contribuir de forma equitativa.

Aquí no se trata de "doblegar" a Trump ni de resistir como si estuviera invadiendo Normandía. Europa podría, en cambio, optar por una estrategia más inteligente: reconocer que durante años se ha beneficiado de la indulgencia estadounidense, dejar de actuar como la novia despechada de la relación y empezar a comportarse como un socio serio.

¿Opciones? Varias. Primero, asumir que no se puede jugar a ser una potencia global sin poner dinero en defensa y seguridad. Segundo, abandonar la narrativa victimista y aceptar que Estados Unidos tiene derecho a exigir reciprocidad. Tercero, negociar con pragmatismo en lugar de caer en berrinches políticos que solo hacen más difícil la cooperación.

La alternativa a esto es absurda. Si Europa se embarca en una guerra fría económica contra EE.UU., ¿qué gana? ¿Un mercado menos seguro, una alianza fracturada y más dependencia de potencias como China y Rusia? No suena precisamente a la jugada del siglo.

El problema no es Trump, ni Estados Unidos. El problema es un viejo hábito europeo: pedirle a Washington que pague la cuenta mientras en Bruselas reparten lecciones de moral y geopolítica.

Así que, queridos líderes europeos, en vez de gastar energía en ‘doblegar a Trump’, quizás podrían probar algo más revolucionario: sentarse a negociar con la billetera en la mano y los pies en la tierra. Quién sabe, tal vez descubran que el problema nunca fue Estados Unidos, sino su propia comodidad.




DEMONIZAR A TRUMP, LA GRAN HIPOCRESÍA. 

Si alguien cree que esta caricatura representa "diplomacia", está completamente equivocado. Y si alguien cree que representa el "matonaje" de Trump, está doblemente equivocado.

Esta imagen no es más que otro intento burdo de demonizar a un presidente que, a diferencia de la mayoría de sus predecesores, no metió a Estados Unidos en una guerra innecesaria para satisfacer los intereses del complejo militar-industrial. Un "demonio" que en lugar de lanzar bombas sobre países extranjeros, matando miles de inocentes, optó por la presión económica y la negociación dura. Un "demonio" que no repartió concesiones a dictadores ni financió conflictos en tierras ajenas, sino que exigió que cada país se hiciera cargo de su propia seguridad.

Un "demonio" que está deportando criminales y defendiendo las fronteras de su país, en lugar de abrirlas a la anarquía migratoria que desangra a las naciones. Un "demonio" que no vendió Estados Unidos a organismos globalistas, ni se sometió al chantaje de burócratas internacionales.

Si esto es ser un demonio, ¿cómo deberíamos llamar a los que sí han financiado guerras, han destruido naciones y han lucrado con la miseria ajena?

Acá en Chile tenemos esa misma actitud, y por lo mismo, –varias veces– nos hemos perdidos los mejores candidatos presidenciales. Nos perdimos a uno que quería regularizar la inmigración, detener el crimen organizado, disminuir el Estado, proteger a nuestras Fuerzas Armadas y de Orden, cuidar y respetar nuestra chilenidad y decenas de otras ideas similares. Ahora buscamos otro parecido, para destruirlo cuando, por falta de unidad, no logre llegar a La Moneda.


El reciente altercado entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, ocurrido el 28 de febrero de 2025 en la Casa Blanca, más me parece un desacuerdo no tan simple como lo ven algunos, sino una genial y consecuente jugada estratégica de Trump y su equipo negociador, dentro de lo que en mi blog he denominado la "War of Influence". Como escribí el pasado 4 de febrero en este análisis, Trump está cambiando las reglas del juego, obligando a Europa a asumir un papel más activo en la defensa de Ucrania y en la futura repartición de recursos estratégicos, como las "tierras raras", que serán clave en el nuevo orden económico y tecnológico.

Trump no ha prometido guerras ni bombas. Solo ha sido un duro y realista negociador. Sin embargo, hoy los analistas y comentaristas lo atacan sin vergüenza, solo porque levanta la voz para evitar una Tercera Guerra Mundial. Les recuerdo que Harry Truman, presidente de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, ordenó el lanzamiento de dos bombas atómicas sobre Japón—Hiroshima y Nagasaki—causando miles de muertes de inocentes civiles, cuyos efectos perduran hasta estos días. Así y todo, los mismos que hoy critican a Trump parecen olvidar quiénes realmente llevaron la guerra al extremo. ¿Prefieren a un Truman?

La cumbre de Londres, celebrada el 2 de marzo de 2025, ha sido el resultado de la presión de Trump. Líderes europeos como el primer ministro británico, Keir Starmer, y el presidente francés, Emmanuel Macron, han dejado claro que ahora entienden que la seguridad de Europa no puede depender exclusivamente del respaldo de Estados Unidos. Como mencionó el secretario general de la OTAN, Mark Rutte: "Todos en Europa van a tener que dar más para apoyar a Ucrania." Es decir, la encerrona de Trump a Zelenski ha funcionado: la Unión Europea ha tomado conciencia de que su seguridad no es un cheque en blanco garantizado por Washington.

Mientras Europa se reagrupa y trata de mostrarse unida, Ucrania se encuentra en una posición cada vez más frágil. La negociación directa entre Trump y el presidente ruso, Vladímir Putin, es vista con alarma en el viejo continente, ya que podría significar acuerdos que dejen a Ucrania fuera de la mesa de decisiones. Reino Unido y Francia ya están trabajando en un "plan para el cese de los combates", lo que indica que, más allá de los discursos de solidaridad, las potencias europeas podrían estar considerando una salida que no dependa enteramente del apoyo estadounidense.

En este contexto, aparece el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, quien no pierde oportunidad para intentar dar cátedra de moral política a los demás, aunque en su propio país la corrupción, la inseguridad y los pactos con la ultraizquierda lo tengan más preocupado de mantener su silla que de salvar a Ucrania. En esta cumbre, Sánchez publicó un mensaje en la red social X (antes Twitter), donde aseguró que "en el siglo XXI las relaciones entre los países son de alianzas, no de vasallajes", criticando el acercamiento de Trump con Putin y posicionándose como un firme defensor de Ucrania.

Claro, Sánchez se indigna porque Trump negocia con Putin, pero no parece haberse indignado tanto cuando su gobierno pactó con separatistas que quieren destruir España o cuando buscó apoyo en partidos que, hasta hace poco, eran considerados enemigos del Estado. Es curioso cómo algunos políticos ven "neoimperialismo" en Rusia, pero no ven "neocomunismo" en su propia casa.

Si algo ha dejado claro Trump, es que la política de Estados Unidos no seguirá siendo un salvavidas automático para los conflictos europeos. La "trifulca verbal" entre Trump y Zelenski es solo el síntoma de un cambio de era en la geopolítica mundial, donde el poder ya no se mide solo en términos de alianzas, sino en quién tiene la influencia real sobre el futuro de los recursos y las decisiones globales.

El tablero se está moviendo y Trump, una vez más –aunque algunos analistas internacionales, equivocadamente,   lo traten de matón– sin guerras y sin bombas, está un paso adelante.


Comentarios

  1. Buen análisis. ¿Será Ucrania una nueva Checoslovaquia entregada en 1938 como moneda de cambio al nazismo para salvar la paz? Ojalá no.

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    1. Gracias por su comentario. La pregunta que plantea es muy pertinente. En 1938, Checoslovaquia fue sacrificada en la Conferencia de Múnich, donde Reino Unido y Francia cedieron los Sudetes a Hitler con la esperanza de evitar una guerra. Fue la famosa política de apaciguamiento, que lejos de salvar la paz, solo fortaleció la expansión del nazismo y retrasó lo inevitable: la Segunda Guerra Mundial.

      Hoy, la situación con Ucrania es diferente en muchos aspectos, pero la lección de 1938 sigue vigente. La clave está en si los líderes occidentales están dispuestos a asumir su responsabilidad en la seguridad de Europa o si, como entonces, esperan que otro pague el costo de la estabilidad. Trump, con su estilo directo, les ha dejado claro que EE.UU. no será el único sostén de Ucrania. Ahora la pregunta es: ¿Europa actuará o repetirá los errores del pasado?

      Ojalá, como dice, Ucrania no termine convertida en una nueva Checoslovaquia.

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  2. Es curioso cómo muchos solo se fijan en el tono de Trump y no en lo que ha logrado. A algunos parece molestarles más el lenguaje directo que los resultados.

    Si Trump fuera un "cobarde", no habría logrado que Europa se pusiera en marcha para reforzar la ayuda a Ucrania sin que EE.UU. siga cargando con todo el peso. Pero claro, es más fácil criticar su estilo que analizar el fondo de la estrategia.

    Además, Zelenski no ha rechazado la ayuda de EE.UU., ni ha dicho que Trump lo "chantajeó". Más bien, sigue negociando porque sabe que necesita apoyo. Si el propio Zelenski sigue adelante con el diálogo, ¿por qué algunos aquí se indignan más que él?

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  3. Muy de acuerdo, con lo que opina UD. DON CHRISTIAN. Los que opinen lo contrario, es sólo por chaqueteros ¡¡Estilo siempre del ZURDERÍO IGNORANTE!!

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  4. Pienso, que CHILE debe tener un PRESIDENTE, como el GRAN
    PRESIDENTE TRUMP.

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