¡EVELYN, EVELYN! ¿CUÁNDO VAS A APRENDER?
Mientras Evelyn Matthei asegura que en segunda vuelta le gana 'lejos' a Kast, con una confianza que raya en la soberbia, el candidato republicano responde con mesura y claridad, recordando que el triunfalismo anticipado suele ser un mal consejero.
Lo curioso es que Matthei, tan crítica de los comentarios desacertados de Boric en India, parece haber caído en el mismo juego de declaraciones imprudentes. Pero no es la primera vez que la candidata de Chile Vamos cae en este tipo de afirmaciones; sus comentarios desafortunados ya forman parte de una historia que la persigue.
Por el contrario, Kast se mantiene enfocado en lo esencial: el triunfo de Chile, más allá de la competencia interna dentro de la derecha. Su postura refleja responsabilidad, prudencia y visión de futuro, comprendiendo que lo importante no es imponer el éxito de un 'caballo en una cristalería', sino construir una alternativa sólida y respetable para el país.
Kast demuestra cualidades fundamentales que todo líder debería poseer: la prudencia para actuar con sensatez y mesura, la justicia para priorizar el bien común por sobre los intereses personales, la fortaleza para enfrentar los desafíos sin claudicar y la templanza para mantenerse firme sin dejarse llevar por el triunfalismo. Estas virtudes cardinales son el reflejo de una personalidad política coherente, enfocada en el servicio al país y no en la competencia de egos.
Evelyn Matthei no debiera caer en la chiquillada de lanzar afirmaciones tan poco prudentes; le quita peso y estatura política. Tal vez ese ímpetu intempestivo se deba a que una parte de su corazón sigue puesta en la izquierda, lo que la lleva a caer en ese juego de declaraciones poco serias que caracterizan a la política tradicional que tantos rechazan. Porque el liderazgo político también exige madurez, mesura y la capacidad de pensar en el país antes que en la competencia interna.
Esta alternativa debe fundarse en una oportunidad real de cambio, liderada por un nuevo partido político que no esté manchado ni contaminado por las prácticas corruptas de una vieja casta política, ya desgastada y rechazada por la ciudadanía. Porque el pueblo chileno no quiere volver a ver en el poder a quienes han traicionado su confianza una y otra vez.
En política, el triunfalismo anticipado es como el canto del gallo: fuerte, estridente, pero sin garantía de amanecer.
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