MAQUINARIA DE CORRUPCIÓN CON LAZOS PROMISCUOS Y CORRUPTOS.
De Cristina a Chile: la misma obra, con distinto vestuario.
La Corte Suprema Argentina ha hablado con claridad y sin medias tintas: Cristina Fernández fue parte central de una “maquinaria de corrupción”, con “lazos promiscuos y corruptos” junto al empresario Lázaro Báez. Así lo consigna el diario Clarín, al detallar el fallo que confirma su condena a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos.
Una maquinaria, sí. Compleja, sostenida en el tiempo, disfrazada de legalidad. Pero al final, orientada al saqueo del Estado y al beneficio de los cercanos. O como diríamos en buen chileno: para asegurarse el vuelto entre amigos.
¿Y en Chile? También tenemos nuestra versión. Más progresista, más colorida, y con un guión digno de Netflix. Aquí lo llamamos simplemente: “El Mecanismo”.
Una red de fundaciones truchas, disfrazadas de ONG de ayuda social, tejida con favores políticos, transferencias exprés y contratos ideológicamente blindados. Una orgía de sexo, mentiras y videos, que no sólo involucra dinero público, sino también relaciones personales, cuotas partidistas y amistades íntimas con el poder de turno.
Hoy, tenemos un nuevo protagonista de esta tragicomedia nacional: el mismo que sacó al fiscal Cooper, justo cuando se le ocurría mirar muy cerca de La Moneda. ¿Su próximo fichaje? El cuñado del compadre, experto en transparencia, contratado por el Fiscal Nacional por tres millones mensuales. Sí, la transparencia en Chile cuesta caro... y viene con parentesco incluido.
Mientras en Argentina una Corte Suprema pone freno a la impunidad, en Chile los escándalos se administran como si fueran crisis de relaciones públicas. Acá, todo se resuelve con comunicados de prensa, auto-investigaciones internas, unas renuncias estratégicamente aisladas y la incautación de todo el material, cuyo contenido nunca se sabrá o se sabrá a medias. Así, mediante un corrupto pero eficaz control de daños, solo caen algunos… los más sacrificables. Los demás, se reciclan.
No es que en Chile no exista una maquinaria de corrupción.
Lo que pasa es que acá, además de conocerlo como "El Mecanismo", le cambiamos el aceite, le damos prensa favorable y la dejamos funcionando.
Con la etiqueta correcta y la red de contactos adecuada, todo parece legal... incluso lo inmoral.
Y con este paisaje, se imaginarán por qué la izquierda y la corrupta y vieja derecha le tienen pánico a José Antonio Kast. No es conveniente para sus malas prácticas y sus oscuras intenciones.
Basta con mirar su equipo: los justos y necesarios, técnicos y profesionales que quieren levantar Chile sin deberle favores a nadie.
Mientras tanto, en la otra vereda —y también en la paralela—, unos siguen con empresarios culpables y políticos apernados de siempre, y los otros, con la misma Casta Política que orbita servilmente alrededor de la izquierda caviar.
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