LAS GRAVES AMENAZAS DE EDUARDO ARTÉS.
¿Hasta cuándo toleraremos que un extremista sin respaldo social ni institucional amenace a la democracia?
Las encuestas son claras: Eduardo Artés ronda el 1,0–1,1%. Es marginal en votos, pero su lenguaje no es inocuo: afirmar que “el pueblo no lo va a dejar gobernar” y abrir la puerta a impedir por la fuerza el mandato popular no es una broma; es una amenaza.
2019 Lo que ya vivimos.
El estallido delictual dejó una huella que no se puede minimizar:
- Decenas de estaciones y carros del Metro quemados/destruidos (≈ US$255 millones en daños directos).
- Monumentos derribados, dañados y quemados; muchos aún no se reponen.
- Locales comerciales y hoteles saqueados e incendiados; varios jamás reabrieron.
- Oficinas y comercio en el centro de Santiago arrasados: quiebras, desempleo, barrios atemorizados.
- Siniestros pagados por aseguradoras > US$3.000 millones, más pérdidas indirectas por miles de millones.
Contexto: El contraste histórico que incomoda.
La diferencia es grotesca: Pinochet se fue con millones; Artés apenas araña migajas. Y, aun así, pretende condicionar la convivencia democrática con amenazas.
Quien calla, otorga.
Sí, hubo respuestas puntuales. Pero los silencios pesan: candidatos, partidos y líderes que prefieren mirar al techo. Ese silencio no es prudencia; es complicidad por omisión.
El deber de las autoridades.
- Exigir aclaración o retractación a quien amenaza con “no dejar gobernar”.
- Afirmar sin matices: impedir un gobierno por la fuerza no es opción en democracia.
- Activar resguardos institucionales para que 2019 no se repita.
Porque esto no es solo un “extremista sin respaldo social ni institucional”. Es, digámoslo, un pelafustán político que, desde la irrelevancia electoral, busca incendiar la agenda pública.
Preguntas inevitables.
¿El Servicio Electoral permanecerá impasible frente a estas amenazas?
¿Se le permitirá participar en debates presidenciales para reafirmar bravatas y autoproclamarse “líder intelectual” de un próximo estallido delictual?
¿La prensa seguirá abriéndole espacios bajo el pretexto de la pluralidad, normalizando el discurso violento?
¿El Congreso seguirá guardando silencio, como si la amenaza no fuese contra la institucionalidad que dice representar?
¿Y el Presidente de todos los chilenos, tan activo para denostar a Trump en foros extranjeros, no tendrá nada que decir sobre un candidato presidencial de su propio país?
Si la respuesta es el silencio, el problema ya no es el 1% de Artés, sino la complicidad pasiva de quienes, teniendo poder, deciden no ejercerlo.
Doble vara: lo que se tolera a unos, jamás se toleraría a otros.
Imaginemos que Kast dijera lo mismo. ¿Qué veríamos? Portadas por semanas, editoriales “urgentes” de prensa woke, políticos de izquierda exigiendo inhabilitación, el PC en bloque pidiendo sanciones, sesiones especiales en el Congreso y un carrusel interminable de “líderes de opinión”. Pero como lo dice un candidato testimonial del 1%, se relativiza, se disfraza de “pintoresco” y se deja pasar. Esa es la doble vara que corroe la institucionalidad.
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