UNA CONSULTA QUE DEJÓ UN DATO DURO Y ÚTIL PARA KAST.

¿DÓNDE ESTÁ PARISI Y SU PARTIDO POLÍTICO?

Ese comentario de Galilea, sí me hace sentido.


Durante toda esta semana, ante la consulta interna del Partido de la Gente (PDG) para definir a quién apoyar en la segunda vuelta presidencial, el escenario político estuvo marcado por un silencio generalizado entre opinólogos y panelistas. Ni uno solo se atrevió a presentar un pronóstico serio, fundado en datos o en prospectiva; todos prefirieron esconderse bajo frases cómodas como “hay que esperar”, “es impredecible” o “el escenario está abierto”, una prudencia artificial que suele aparecer cada vez que se teme quedar en evidencia.

Por eso fui claro y di mi pronóstico: creí que la mayoría de los votos del PDG se inclinarían por Kast. No fue así. La mayoría optó por el voto nulo o blanco, un resultado que debe asumirse tal cual. Sin embargo, también es cierto que la consulta del PDG dejó una única certeza verificable: según el propio partido, un 20% de quienes participaron votó por Kast y prácticamente ninguno por Jara. Ese es el único dato duro disponible. El problema es que nadie sabe cuántos votaron realmente. El PDG decidió no informar el total de participantes, de modo que ese 20% podría representar a miles, a cientos o quizás a unas pocas decenas de personas. El porcentaje existe, pero el universo no. Y sin ese dato, cualquier interpretación rigurosa es imposible.

A esto se suma un aspecto que llama particularmente la atención: Franco Parisi, el candidato extranjero que vive en Miami y que tanto prometió orientar a su electorado, simplemente no cumplió con nada de lo que insinuó. Jamás llamó a votar nulo o blanco, nunca entregó la conducción que sus seguidores esperaban y, en la práctica, nunca apareció. Su influencia real quedó reducida a lo que hoy resulta evidente: un liderazgo digital que funciona con la misma solidez de una señal de WiFi inestable. Mucho ruido, poca presencia y ninguna conducción. La militancia decidió por su cuenta, sin guía y sin la coherencia que se esperaba de quien se autodefine como referente político.

Y si hablamos de estructura, el PDG volvió a entregar una demostración… de lo contrario. Para muestra, un botón: ¿alguien sabe quién es el vicepresidente del partido? ¿quién fue su jefe de campaña? ¿dónde está su sede? ¿cuál es su estructura organizacional? ¿quién integra su círculo íntimo, si es que existe uno? La respuesta es siempre la misma: nadie sabe nada. El PDG es un partido sin rostro, sin forma y sin arquitectura interna. Una organización gaseosa que aparece solo en época electoral y que se desvanece cuando se le exige lo mínimo: transparencia, institucionalidad o claridad.

Con semejante nivel de desorden, no sorprende que sus actuales congresistas tengan poco futuro dentro del PDG. La falta de conducción, estructura y responsabilidad política los deja en un limbo permanente, obligados a moverse en un partido que funciona más como un buzón digital que como una colectividad seria.

Al final, la consulta del PDG no solo corrigió mi pronóstico, sino que también dejó en evidencia algo aún más profundo: que la única cifra cierta —ese 20% por Kast— es tan pequeña o tan grande como el PDG decida revelar, y que toda la incertidumbre que hoy rodea al partido proviene de su propia decisión de ocultar la participación real.

Y si hubo un silencio que esta semana quedó al desnudo no fue solo el de los opinólogos, sino el de la propia estructura del PDG, incapaz de sostener siquiera un proceso interno con la transparencia mínima que exige la democracia.


"...Estimo que el PDG se inclinará mayoritariamente hacia la alternativa opositora representada por José Antonio Kast. No será un apoyo abrumador, pero sí claro y coherente con el comportamiento de su electorado..."

Durante toda esta semana hemos visto algo bastante curioso, aunque ya no sorprende: ante la votación interna que realizará este domingo el Partido de la Gente (PDG) para decidir a quién apoyarán en la segunda vuelta presidencial, prácticamente ningún opinólogo, panelista o autodenominado experto ha querido formularios un pronóstico científico. Todos han preferido esconderse detrás de frases cómodas como “hay que esperar”, “es difícil anticipar”, “el escenario es incierto”, mostrando una prudencia artificial que solo encubre el miedo a equivocarse.

Para que el lector comprenda la magnitud de este silencio, es necesario explicar de qué estamos hablando: el PDG preguntará directamente a su base, mediante una votación digital, a quién desean apoyar en la segunda vuelta. Esa decisión será un termómetro político real, inmediato y cuantificable. Y aun así, la comentocracia ha optado por el mutismo.

Frente a esa sequía de pronósticos, yo sí adelanto el mío, y lo hago con fundamentos, no con intuiciones. Estimo que el PDG se inclinará mayoritariamente hacia la alternativa opositora representada por José Antonio Kast. No será un apoyo abrumador, pero sí claro y coherente con el comportamiento de su electorado. Y este pronóstico no descansa en preferencias personales, sino en datos duros.

En la segunda vuelta de 2021, entre el 65% y el 75% del voto Parisi migró hacia Kast, mientras apenas un 10% a 15% lo hizo hacia Boric. Ese comportamiento es uno de los patrones más sólidos para construir prospectiva política. A esto se suma que las encuestas muestran consistentemente que el votante del PDG es crítico del Gobierno, rechaza el progresismo, prioriza la seguridad y la economía, y desconfía profundamente del Frente Amplio y del Partido Comunista. Difícil imaginar un giro masivo hacia el oficialismo desde un electorado con ese perfil.

Las series de encuestas también indican que el votante PDG mantiene un rechazo estable, entre 70% y 80%, hacia el Gobierno. Cuando un electorado sostiene ese nivel de desaprobación durante tanto tiempo, tiende naturalmente a votar en contra del Gobierno en cualquier elección decisiva. Además, a diferencia de lo ocurrido en 2021, hoy toda la oposición está unificada en torno a un solo candidato, José Antonio Kast, con Chile Vamos alineado detrás de él. No existe la dispersión opositora que complicaba los análisis en la elección pasada. Y finalmente, el mecanismo de votación del PDG no deja espacio a ambigüedades: habrá una votación digital interna que expresará exactamente lo que piensa su base.

En todo este escenario, queda en evidencia lo que sobra y lo que falta en el análisis político chileno. Sobra la prudencia fingida, las frases vacías, el cálculo mediático y el temor a equivocarse. Sobra el opinólogo que solo aparece cuando el resultado ya está escrito, y el experto que explica todo después, pero nunca antes. Y, al mismo tiempo, falta rigor, falta honestidad intelectual, falta prospectiva seria y falta la valentía de analizar con datos en la mano, sin nervios ni acomodos.

Por eso presento este pronóstico con la claridad que hoy escasea. No se trata de tener la razón, sino de recuperar la capacidad de discutir con fundamento, con datos y con responsabilidad, sin el ruido de los charlatanes ni el silencio de los acomodados.

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