KAST, NO SOLO PARECE. ¡ES PATRIOTA Y REPUBLICANO!
Santiago de Chile, 6 de noviembre de 2025.
LO QUE CHILE DEBERÍA CONSTRUIR
Una propuesta de unidad, orden y reconstrucción nacional
Creo que muchos chilenos —más allá de los partidos y de las ideologías— desearíamos que esto ocurriera. No hablo desde una organización formal ni desde una posición política, sino desde el sentir de quienes amamos profundamente a nuestra patria y queremos volver a sentirnos orgullosos de ella. Hablo por los hombres y mujeres que trabajan, que educan a sus hijos, que respetan la ley, que ayudan a su prójimo y que solo aspiran a vivir en un país digno, justo y en paz. A ellos los llamo Patriotas por Chile: no porque formen parte de un movimiento, sino porque su amor por la patria está por sobre cualquier partido o ideología.
Lo que sigue no es un programa ni una proclama, sino una reflexión abierta sobre lo que muchos desearíamos que ocurriera para que Chile vuelva a levantarse como una nación unida, orgullosa y decente.
Primero: Consolidar una Esperanza Nacional
Muchos ciudadanos esperamos que las ideas de orden, justicia y sentido común vuelvan a ser el centro del debate público. Para lograrlo, sería necesario fortalecer la organización territorial, mejorar la comunicación y transmitir un mensaje claro de esperanza, disciplina y responsabilidad. Si se trabaja con unidad y convicción, Chile podría iniciar un nuevo ciclo de reconstrucción moral y material. Nada quedará al azar si se actúa con claridad, coraje y propósito.
Segundo: Preparar un Gobierno de Unidad y Orden
Sería deseable revisar y fortalecer cualquier plan de gobierno futuro, integrando las mejores y más realistas ideas de los distintos sectores que aman a Chile. El objetivo no debería ser el poder por el poder, sino esclarecer responsabilidades por el despilfarro, la corrupción y los abusos cometidos durante estos años, impulsando las acciones judiciales que correspondan. Solo así podría recuperarse la confianza ciudadana y demostrar que la impunidad no puede seguir siendo la norma.
En este camino, será necesario acercarse a conversar con Chile Vamos, pero con claridad y sin ingenuidad. El diálogo deberá darse solo con quienes realmente quieran conversar por Chile y estén dispuestos a construir un proyecto común de unidad y orden, no con quienes persisten en la vieja política, ni con quienes apoyan una candidatura o una estrategia que divide, debilita o renuncia a los principios. El acercamiento con el Partido Nacional Libertario y el Partido Social Cristiano es natural y fraterno; con Chile Vamos, en cambio, debería ser un proceso más selectivo y transparente: hablar con quienes quieran sumar, y dejar atrás a quienes sigan mirando la política como un negocio personal.
No se trataría de un acuerdo de conveniencia, sino de una alianza de propósito nacional, donde las ambiciones personales cedan ante el deber de recuperar Chile y devolverle la esperanza a su gente. Quienes no comprendan esto y sigan pensando solo en su propio beneficio, no debieran formar parte de un proyecto como este.
Tercero: Integrar los puentes y consolidar la Unidad Nacional
Chile necesita que sus fuerzas vivas —sin importar de dónde provengan— logren unirse en torno a valores compartidos. Se trata de construir un nuevo eje cívico y moral donde converjan los patriotas de buena voluntad: trabajadores, profesionales, emprendedores, uniformados, jóvenes, jubilados, creyentes y no creyentes, todos unidos por un mismo propósito. Si esa unidad se consolida, sería posible recuperar una mayoría moral y ciudadana, capaz de conducir con estabilidad y visión los años que vienen. Pero también debemos ser realistas: para impedir que los que hoy gobiernan se conviertan mañana en una oposición radical y destructiva, será necesario actuar con firmeza, sin ingenuidad y con plena conciencia de lo que está en juego. Ya sabemos de lo que son capaces cuando no piensan en Chile, sino solo en su poder y en sus intereses.
Cuarto: Preparar un Gobierno de Emergencia Nacional
Frente a la crisis social, económica e institucional que atraviesa el país, muchos creemos necesario anticipar la formación de equipos técnicos y políticos preparados para asumir responsabilidades en un Gobierno de Emergencia Nacional. Estos equipos deberían estar integrados por personas competentes, probas y patriotas, seleccionadas por mérito y compromiso con el servicio público.
En ese escenario, las Fuerzas Armadas y de Orden tendrían un papel fundamental. No como actores políticos, sino como garantes del orden, la seguridad y la continuidad del Estado, frente a una amenaza más que clara: la posibilidad de que quienes hoy detentan el poder, mañana se organicen como una oposición radical dispuesta —una vez más— a promover la destrucción, la violencia y la quema del país. Su presencia sería garantía de estabilidad, disuasión ante el caos y apoyo logístico a la autoridad civil, en un marco de respeto a la Constitución y al pueblo de Chile.
Pero para que ese rol sea realmente efectivo, las Fuerzas Armadas y de Orden deben contar con respaldo político, con Reglas de Uso de la Fuerza (RUF) claras y actualizadas, y con autoridades civiles que asuman con decisión la conducción y la responsabilidad de las órdenes impartidas. El poder político debe estar al frente, dirigiendo con convicción y asumiendo las consecuencias de sus decisiones. Solo así se garantizará una actuación legítima, coordinada y eficaz, al servicio del país y no de intereses circunstanciales.
Y junto a esa fortaleza institucional, debe impulsarse una reestructuración completa del Poder Judicial. Así como está hoy, con jueces ideologizados, fiscales con sesgo político y resoluciones que amparan al delincuente antes que a la víctima, la justicia se ha convertido en parte del problema. Muchos de sus miembros han perdido el respeto ciudadano y ya no merecen seguir vistiendo la toga. Porque hoy en Chile, lamentablemente, el delincuente no siempre anda armado: a veces también viste de toga. Una depuración profunda del sistema judicial es indispensable para que la justicia vuelva a ser un pilar de confianza y no un símbolo de frustración.
Finalmente, este proceso debe integrar desde ahora a quienes resulten elegidos para el próximo Congreso. El 16 de noviembre el país sabrá quiénes serán los nuevos parlamentarios, y desde ese mismo momento deberán ser parte activa del trabajo para recuperar la gobernabilidad, asegurar la estabilidad legislativa y acompañar el proceso de reconstrucción nacional. No después, sino ahora. Porque el nuevo Chile solo podrá levantarse si quienes legislarán mañana comienzan a actuar hoy con sentido de patria y no de partido.
Alea iacta est.
La suerte está echada… si los patriotas de verdad deciden construir su propio destino.
Christian Slater E.
Coronel (R) del Ejército de Chile
Noviembre 2025.

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