HERNÁN FELIPE ERRÁZURIZ.
HERNÁN FELIPE ERRÁZURIZ.
En su columna de "El Mercurio" del 16 de noviembre de 2024, el excanciller Hernán Felipe Errázuriz, excadete de la Escuela Militar, abogado, embajador, político, exministro y expresidente del Banco Central, una vez más arremete contra Donald Trump, esta vez criticando el nombramiento de Elon Musk como Coordinador del Departamento de Eficiencia Gubernamental en la Casa Blanca. Sorprende que Errázuriz, en lugar de ofrecer un análisis serio sobre las posibles implicancias de esta designación para Estados Unidos y sus aliados, prefiera centrarse en detalles triviales como la estatura de Musk y su calzado. Francamente, este tipo de observaciones resultan más propias de un tabloide que de un análisis de política internacional.
Más preocupante aún es la falta de profundidad en sus recientes columnas, que parecen más motivadas por un desdén personal hacia Donald Trump que por un interés genuino en evaluar cómo su regreso a la Casa Blanca podría afectar a Chile. Incluso, en una de sus cartas anteriores, Errázuriz llegó a afirmar: "En democracia está permitido votar por el candidato menos repugnante. En este caso, Kamala", lo que evidencia un enfoque más centrado en la descalificación que en la objetividad.
Recordemos que, antes de las elecciones, Errázuriz predecía un difícil triunfo de Trump y que, en caso de lograrlo, no obtendría mayoría en el Congreso. Sin embargo, la realidad le demostró lo contrario. Quizás, en lugar de persistir en sus críticas personales, un gesto de humildad sería admitir que se equivocó.
Como patriota y defensor de los ideales republicanos, hubiera preferido que Errázuriz, dada su vasta trayectoria y conocimiento del caos social, político y económico que vive Chile hoy en día, enfocara su análisis en algo más sustancial. En lugar de criticar "al personaje", (acá tenemos otro peor) hubiese preferido verlo abordar el renacer del espíritu republicano que, aunque pueda ser imperfecto, está surgiendo en muchos países como respuesta a la Revolución Cultural y Progresista que pretende destruir y reformar todo a su paso.
Chile, además, ya dejó en claro su rechazo al cambio de la Constitución de 1980, precisamente la del Gobierno Militar. Un gobierno del cual Errázuriz fue parte importante.
Ceo, que en lugar de criticar desde una posición distante, sería más constructivo y orientador que abordara cómo ese resurgir del espíritu patriótico puede contribuir a la reconstrucción de una nación como Chile que ansía, a gritos, seguridad, estabilidad y prosperidad.
Errázuriz tiene la experiencia para ofrecer un análisis serio y constructivo, especialmente en estos tiempos de incertidumbre global. No solo lo queremos escuchar defendiendo el consumo de tabaco. Sus lectores, que aún buscan respuestas para entender cómo el mundo y Chile se verán afectados en los próximos años, agradecerían una reflexión más profunda y menos personalista.
No busco idealizar a figuras como Donald Trump, pero sí considero esencial entender por qué millones de estadounidenses lo eligieron y por qué otros tantos, en distintos rincones del mundo, lo aplaudieron. No se trata de una simple simpatía personal, sino de un fenómeno social que representa el hartazgo con la política tradicional y el deseo de cambios reales. Sin embargo, mientras algunos ciudadanos de a pie miran con esperanza cómo este tipo de liderazgo podría influir positivamente en las elecciones chilenas de 2025, aquellos que uno esperaría estuvieran a la vanguardia —los intelectuales, académicos, analistas, sociólogos y supuestos líderes de opinión de la derecha—, parecen completamente ajenos a este sentir.
Peor aún, quienes hoy tienen acceso a opinar en los Medios de Comunicación, en lugar de asumir una postura firme y clara que responda a las inquietudes de quienes esperan un cambio en el rumbo del país, han optado por acomodarse en la zona gris de la corrección política. Nos encontramos, así, con "líderes de opinión" que en lugar de respaldar a los movimientos que buscan reformar un sistema agotado, prefieren criticar a quienes se atreven a desafiar lo establecido. No solo han dejado un vacío de poder, sino que han llenado ese espacio con discursos progresistas y opiniones salomónicas que, lejos de sumar, solo les sirven para protegerse de posibles críticas y alimentar su vanidad.
Lo más preocupante es que los medios de comunicación, lejos de aportar una visión equilibrada, se han convertido en un eco de esta postura timorata. Sus editoriales, cartas al director, y columnas están cada vez más alineadas con la academia tradicional, que siempre ha estado más cerca de la izquierda. Mientras tanto, la derecha que necesita este país —una derecha que sea audaz, que se atreva a confrontar los desafíos del presente— sigue esperando que sus supuestos intelectuales despierten de su letargo. Pero todo indica que prefieren mantenerse en su cómodo pedestal, más interesados en proteger su reputación que en liderar un cambio real.
Clara columna. Vemos cómo tenemos gente disparando a las propias tropas.
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