¡MI REINO POR UN CABALLO!
¡MI REINO POR UN CABALLO!
Justamente lo que se publicó hace tres días en este Blog. ¡Cada día más solo!
"...Todos huyen de La Moneda.
Adentro, entre desafueros, renuncias, amiguismo, investigaciones, fraudes, colusiones, nepotismo, escándalos, desaciertos, cahuines, renuncias, líos de faldas, pérdidas de computadores, caos y traiciones..."
👇👇👇👇👇👇👇👇👇👇👇👇👇👇👇👇👇👇
YO CREO QUE ES SOLO CUESTIÓN DE TIEMPO.
La Moneda arde.
El humo se eleva no solo desde sus techos, sino desde cada rincón del relato que prometía dignidad, justicia y un nuevo Chile. Todos huyen de La Moneda.
Adentro, entre desafueros, renuncias, amiguismo, investigaciones, fraudes, colusiones, nepotismo, escándalos, desaciertos, cahuines, renuncias, líos de faldas, pérdidas de computadores, caos y traiciones, una voz desesperada grita:
“¡MI REINO POR UN CABALLO!”
En este gobierno, no caen los cercanos al Presidente… caen los que ya cumplieron su función.
Francisca Moya, su amiga entrañable y jefa jurídica, reconoció que conocía la inhabilidad constitucional de Isabel Allende y Maya Fernández para participar en la venta de la casa histórica. Lo sabía. No lo advirtió. Y aquí estamos. Sepa Moya… aunque esta vez no como expresión popular, sino como nombre, apellido y responsabilidad directa.
¿Y ellas? Isabel Allende y Maya Fernández, claro…
La hija y la nieta del ex Presidente Salvador Allende. Las herederas simbólicas de una historia cuidadosamente editada para emocionar al electorado. ¿Pero ahora? Ahora ya no importan. Fueron solo piezas útiles, engranajes en el discurso, rostros de campaña para adornar una promesa.
Una se vio obligada a renunciar al Ministerio de Defensa. La otra, inhabilitada como senadora por desconocer lo más básico: la Constitución.
Hoy, ambas han sido empujadas al olvido político por los mismos que las elevaron cuando eran funcionales. Fueron parte de un relato… el relato necesario para conquistar el poder.
Y el Presidente, con sus decisiones torpes, no solo está hundiendo su gobierno: está arrastrando a Chile.
Pero esto no es Shakespeare. Esto es Chile. Y el reino, tristemente, es el nuestro.
Comentarios
Publicar un comentario