¿QUÉ PASÓ?


La anticomunista Jeannette Jara, comprendida, justificada, defendida, blindada, promovida y hasta suavemente idealizada por un intelectual liberal y funcional al progresismo chileno.

Cuando hasta los comunistas huyen de su partido… y los intelectuales corren a defenderlos, creando la gran paradoja que da título a este blog: una comunista que se presenta como si no lo fuera… y un intelectual no comunista que la defiende como si lo fuera.

Mientras eso ocurre, quienes advertimos del peligro —basándonos en la historia, la ley y la experiencia internacional— somos tratados de tontos e irracionales. Y eso, sinceramente, es el verdadero absurdo.

La reciente columna del rector Carlos Peña, titulada “El fantasma del miedo”, publicada el domingo 6 de julio en El Mercurio, no busca abrir un debate ni entregar datos nuevos. Su intención es mucho más clara y, por cierto, más peligrosa: ridiculizar y deslegitimar el temor legítimo que gran parte del pueblo chileno —millones, no miles— siente ante el avance del comunismo. No del comunismo como teoría abstracta, sino del comunismo real, concreto, organizado, con historia y con poder.

Desde hace años, Carlos Peña ha asumido el rol —sin declararlo— de relacionador público del Partido Comunista, y en esta ocasión, también de jefe de campaña encubierto de Jeannette Jara.

Porque no hay otra forma de leer su columna: intenta convencernos de que ni el comunismo es peligroso, ni Jara representa realmente al comunismo. Pero ¿cómo se puede sostener eso, cuando Jara ha sido ministra del PC, militante disciplinada, defensora del indulto a violentistas, y hasta fotografiada con emblemas ofensivos hacia Carabineros?

Y lo más revelador: no tengo la menor duda de que este domingo, Jeannette Jara anunciará su renuncia al Partido Comunista. ¿Por qué? Porque hasta ellos saben que el "fantasma" del comunismo no es una invención: es su principal debilidad electoral. Y al igual que ocurrió con otras campañas del mundo, intentarán hacer lo imposible para parecer moderados y razonables. El pueblo debe saberlo.

Un cálculo político que me recuerda a Evelyn Matthei, cuando le preguntan por el Gobierno Militar.

En este contexto, comparto aquí la carta que envié a El Mercurio. No sé si será publicada, porque —como es evidente— hay opiniones que entran todas las semanas con alfombra roja, y otras que apenas si logran llegar al correo del editor. Como el famoso crédito hipotecario con condiciones privilegiadas otorgado a Boric, hay espacios en este país a los que el ciudadano común jamás podrá acceder: ni a tasas preferentes, ni a columnas semanales, ni a mesas de redacción donde se decide lo que se publica y lo que no.


Carta enviada a El Mercurio:

¿Y si no es un fantasma?

Señor Director:

En su columna titulada “El fantasma del miedo”, el rector Carlos Peña plantea que la inquietud ante una eventual presidencia comunista responde más a una emoción que a razones fundadas. Sin embargo, esa afirmación no se sostiene a la luz de los hechos.

El Partido Comunista chileno no ha hecho una revisión crítica de su historia, ni ha moderado su programa. En los últimos años ha respaldado o justificado hechos de violencia durante el estallido social; promovió propuestas refundacionales en la Convención Constitucional —como la eliminación del Senado o la subordinación del Poder Judicial—; ha defendido dictaduras como las de Cuba, Nicaragua o Venezuela; y apoyó indultos a condenados por delitos graves, algunos de los cuales reincidieron en actos violentos.

Tampoco ha respaldado de manera clara y coherente las políticas de seguridad pública que hoy demanda la ciudadanía. Muy por el contrario, el Partido Comunista ha votado en contra o se ha abstenido sistemáticamente en iniciativas como la Ley Nain-Retamal, la Ley de Usurpaciones, la Ley Antinarco y otras normas destinadas a fortalecer a Carabineros, modernizar las capacidades del Estado o enfrentar el crimen organizado. Son antecedentes objetivos, disponibles en registros legislativos, y que refuerzan la desconfianza que muchos ciudadanos sienten al ver que, frente a una crisis de seguridad evidente, la prioridad del PC parece seguir siendo ideológica más que práctica.

En palabras de sus propios dirigentes, el Partido Comunista considera que la democracia representativa es solo un medio, no un fin en sí mismo. Su visión de la sociedad y del poder sigue anclada a una matriz ideológica que, allí donde ha sido aplicada sin contrapesos, ha derivado en autoritarismo. No se trata de prejuicio, sino de antecedentes concretos, recientes y públicos.

El temor que expresan muchos ciudadanos no es irracional, sino realista. No responde a un “fantasma”, sino a una experiencia histórica. Y en democracia, desconfiar de quienes no han renunciado a su proyecto totalizante no solo es legítimo, sino también una forma de responsabilidad cívica.

Y si aún quedaran dudas, basta observar el debate que ha surgido en torno a la eventual renuncia de la propia Jeannette Jara a su militancia comunista. No tengo la menor duda de que ese anuncio llegará este domingo. ¿Y por qué lo haría, si no existe miedo al comunismo? ¿No es acaso esa estrategia —la de abandonar la sigla— el reconocimiento más explícito de que el problema no es imaginario, sino real, profundo y vigente incluso para quienes aspiran a representarlo?

Christian Slater Escanilla

Epílogo:

El comunismo no ha muerto. Solo se ha disfrazado. A veces con discursos de derechos humanos, otras veces con la palabra “transformación”. En Chile, sus defensores saben que ya no pueden tomar el poder por la fuerza, pero intentan hacerlo por desgaste, por desprestigio de las instituciones, y por la manipulación del lenguaje.

No es casual que un intelectual como Peña busque barnizar su imagen. No es casual que una candidata evalúe abandonar su partido. No es casual que ciertos medios les abran todas las puertas.

Y no es casual que tantos chilenos, a pesar de todo, aún sepan distinguir entre libertad y servidumbre.


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