COMUNISTAS: ¡CÓMO LOS ENVIDIO!
No son 'barras bravas', son los representantes, que siempre están; es ese 30% de chilenos de izquierda y centro izquierda que logra influir y llevar al sillón de O'Higgins al candidato que sí les interesa, algo que en los últimos 60 años solo Piñera logró romper con esa tradición política, aunque muchas veces, durante sus dos gobiernos, dudé si era de derecha o de izquierda o simplemente, era Piñera.
Todos ellos, sin saberlo y muchas veces sin quererlo, son dominados finalmente por el Partido Comunista, que tiene el poder de movilización a través de los diferentes sindicatos del país y los siempre listos estudiantes deseosos de huelgas y pérdidas de clases.
Grupos de presión que pueden hacer uso de la violencia, el terror y el miedo para apoyar o conseguir los objetivos que se proponga el Partido Comunista. Algo que no posee ningún otro partido político y cuya sola amenaza de movilización influye inmediatamente en las decisiones políticas de los gobernantes. Un poder que hoy, ni las Fuerzas Armadas ni de Orden lo tienen. Solo la gendarmería mantiene esa posibilidad. Por lo mismo, como he afirmado otras veces, para el logro de sus objetivos particulares, son más poderosos que un tanque, un avión de combate o un buque de guerra.
¡Cómo envidio a los comunistas! Cada vez que es necesario, se unen masivamente para apoyar a alguno de los suyos que caiga en desgracia. Nunca lo dejan solo o salen a dar lecciones de ética. Siempre están ahí acompañándolos, especialmente cuando son requeridos por la justicia. Por el contrario, si el citado por los tribunales fuera de otro conglomerado político o fuera un exuniformado, estaría acompañado, de malas ganas, por un débil abogado y un par de amigos incondicionales, tratando de esquivar escupos, puñetazos, patadas y un mar de periodistas de la prensa roja o farandulera que, con sus sesgados comentarios, sostienen los cada vez más rascas y ordinarios matinales de la televisión.
Insisto, no son 'barras bravas', como lo dicen algunos medios de comunicación, ¡son comunistas! Así de simple. Son los que, para su revolución, hoy elegantemente llamada 'cultural', no les sirve una justicia imparcial y menos unas Fuerzas Armadas y de Orden que protejan el orden público, den seguridad, combatan el crimen organizado y el narcoterrorismo, y promuevan la soberanía y los valores patrios. Pero así y todo, envidio su organización, su disciplina, su coraje y, perdonando la española expresión, su ¡cara de culo! para defender lo indefendible.
No les importan las consecuencias políticas ni perder la pega o un millonario sueldo. Son decididos y ese coraje, hace que muchos los sigan y convenzan. Para muestra, un botón; Juan Andrés Lagos, miembro de la comisión política del partido comunista y actual asesor de la Subsecretaría del Interior, participó en la manifestación de apoyo al Alcalde Jadue, también del Partido Comunista. Es decir, para la lectura de un ciudadano común, el Gobierno del Presidente Boric, no está de acuerdo con el Juicio "Fraude en Recoleta" y apoya al Alcalde Jadue. De paso, el Gobierno deja claro que no existe la separación de Poderes del Estado y que el Ejecutivo está por sobre los otros Poderes, permitiendo y autorizando -no por primera vez- que uno de los integrantes del Poder Ejecutivo, se inmiscuya en asuntos de otro Poder del Estado y no tome ninguna acción al respecto.
Entre nos, lo que pasa es que Juan Lagos, sabe que este Gobierno es solo para un rato y el Comunismo, al menos para él, es para toda la vida. Eso se llama consecuencias, algo muy difícil encontrar en el travestismo político de la derecha.
Por nuestro lado, sin disciplina, con escasos líderes políticos que promuevan la unidad, repletos de iluminados y aparecidos que con un discurso de payasos y charlatanes se quieren sentar en el sillón de O'Higgins, como si se tratara del asiento de una moto donde solo basta una licencia de conducir. Pero peor aún, tenemos una sociedad que cada cuatro años, por ignorancia, egocentrismo político y conveniencia particular, termina sometiéndose a esa empobrecedora minoría del 30%. Una sociedad que distribuye sus votos en los desprestigiados partidos políticos de siempre, donde los candidatos se repiten una y otra vez, y si aparece alguien nuevo, más temprano que tarde, aunque sea la mejor alternativa, le buscarán un motivo para no votar por él y lo destruirán con falsos y burdos comentarios.
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