LO QUE EN ESTE BLOG SE PROPUSO EN AGOSTO DE 2024, TRUMP LO HIZO REALIDAD.
Trump y Gaza: Cuando el Premio Nobel se vuelve una obligación moral.
Desde junio de 2024 he sostenido en este blog —una y otra vez— que sin diálogo directo entre Israel y Hamas, no habría solución posible al conflicto en Gaza. Lo dije cuando parecía imposible, cuando muchos tachaban de ingenua cualquier propuesta que hablara de “negociación” con un actor como Hamas. También propuse que el único camino hacia una paz sostenible era combinar ese diálogo con un Plan Marshall para la Franja de Gaza, capaz de reconstruir no solo infraestructura, sino también esperanza.
🔗 Mientras Israel no se siente a conversar… (agosto 2024)
Hoy, 9 de octubre de 2025, la historia ha cambiado. Israel y Hamas están sentados a la mesa, se ha acordado una primera fase de alto al fuego, y comienza un proceso que incluye la entrega de rehenes —incluso de cuerpos de soldados israelíes—, la retirada progresiva de tropas y el inicio de conversaciones mediadas. Y ese cambio histórico no vino de Oslo, ni de Bruselas, ni de Ginebra. Vino desde Washington. Desde Donald J. Trump.
El premio que ya no es simbólico.
Muchos se burlaron cuando Trump habló de paz en Medio Oriente. Y, sin embargo, bajo su administración ya se habían firmado los Acuerdos de Abraham. Hoy, con su reaparición en la escena internacional, ha forzado —o facilitado— un proceso que nadie más había logrado abrir. Porque no se trata solo de Israel. Esto cambia el eje del conflicto en toda la región: desde Irán hasta el Líbano, desde Qatar hasta Egipto.
Este avance no tiene nada de improvisado. Es parte de un reposicionamiento estratégico de Estados Unidos, liderado por quien muchos consideran polémico, pero que ha demostrado que tiene el poder y la voluntad para mover piezas reales. Cuando todos hablaban de “equilibrios”, Trump buscó resultados.
No darle el Nobel, sería restarle valor a la paz.
No se trata de convertir a Trump en un intocable. Se trata de comprender que la paz no se logra solo con diálogos eternos e inconsecuentes. La paz tiene costos. Y a veces, tiene altos costos. Lo que hoy ocurre en Gaza —como ocurrió en Colombia, o en los Balcanes— no es fruto de un relato bien intencionado, sino de decisiones difíciles y de presión real sobre los actores involucrados.
El Premio Nobel de la Paz, si pretende mantener algún grado de coherencia, no solo podría —sino que debería— ser otorgado a Donald Trump por su rol en este proceso. Negárselo sería ignorar que la paz, cuando es real, incomoda a muchos intereses. Y sería, peor aún, dar la señal de que no importa lograr la paz si no eres políticamente correcto.
Postdata incómoda: Venezuela, tomen nota.
Este avance en Gaza y su impacto en el eje Irán–Líbano–Siria puede tener consecuencias directas para Venezuela, donde el régimen también se sostiene con alianzas y apoyo externo. Si Trump logra consolidar esta paz, y al mismo tiempo presiona sobre Caracas —como ha insinuado—, podría estar diseñando un nuevo orden hemisférico.
Y si el mundo no reconoce estos logros… entonces no está interesado en la paz, sino en el relato.
Comentarios
Publicar un comentario